Has sido mi única familia durante todos estos años y es
posible que la mezcla de agradecimiento, inercia, dependencia emocional haya
hecho estar pendiente de ti en todo momento. Te quiero y mantengo que no he
conocido a nadie como tú. Has sido mi amor y contigo me he sentido cómoda
siempre, pero es hora de saber si lo que realmente siento es amor o nostalgia,
tristeza de todo lo vivido, de la época en que fuimos felices, en la que
estábamos completos.
Ahora he podido ver el motivo por el que me fui y ese no ha
cambiado, por eso esta vez no ha salido bien. Creo que la voluntad ya no era la
misma. Se nos fue el amor auténtico y quedó el de la costumbre y el apego.
Te dejo marchar y te marchas en los momentos más duros de mi
vida. Yo jamás lo hubiera hecho, pero te comprendo. Te comprendo porque sé que
has sufrido y sé que me has querido más que nadie. Yo también.
Sé que te faltan fuerzas y te sobra cobardía para intentar recomponer
algo que fue lo más bello del mundo. No sé, el tiempo dirá. Quizás te idealicé,
nos idealizamos y no hemos sido el uno para el otro al cabo del tiempo.
Ahora me queda el recuerdo de todo lo que hemos vivido juntos, de tus regalos, siempre
acertados, siempre justos, siempre sabiendo lo que me haría feliz, me queda el
recuerdo de “mi cariñito”, el recuerdo de tu ayuda incondicional, pero también
pensaré que antes de irme, de abandonar el hogar, hace unos años, ya no tenía
tus mimos, tu mirada enamorada, la complacencia con mis cosas… Eso se nota. Y
no digo que hiciera lo correcto, pero no supe hacerlo de otra forma, como ahora
tú que me has abandonado en este agujero de incertidumbre.
Será lo justo. No porque me lo merezca, pero sí para volver
a pensar en ese camino que debo seguir y que, posiblemente ya no esté junto a
ti.
No sé si volveré a tener alegría, a pesar de mi optimismo.
Son otros tiempos, es otra edad y mi corazón ya no está tan ilusionado.
Y costará mucho verte como un amigo, después de todo lo que
has sido para mí, me costará no tenerte a mi lado para contarte lo acontecido,
para tener tus consejos tan valiosos para mí. Me costará y por ello prefiero no
verte durante un tiempo. No sé si lograré cambiar esto.
Yo no quiero tus saludos. Hay cosas en mí que no se
destruyen, no puedo arrancar tantos años, por tanto un simple saludo no me reconforta ni me dice nada, al
contrario, te convierte en un extraño y prefiero recordar que lo fuiste todo,
que fuiste mi vida.
Si puedes aprender a vivir con mi ausencia, yo también lo
haré.